miércoles, 3 de agosto de 2011

Lo que tiene de especial


Un mes ya desde que empezamos a quemar y todavía no había ardido ni una palabra por mi parte. Ya era hora, pero a ratos la bombilla no se enciende y no hay nada que decir, tengo la firme intención de darle continuidad a Quemar después de ver pero el ritmo no soy yo quien lo marca. Ponerle nota a una película es muy fácil y hablar sobre técnica cinematográfica de manera que crean que sabes de lo que hablas también, a poco que te fijes en lo que ves. Sin embargo, aquí me gustaría afrontar algo más retador: ponerle palabras a ese algo que tienen el final de Los cuatrocientos golpes y el principio de , adivinar que gesto de Dustin Hoffman terminó por hacer que me creyera su personaje, explicar la gracia de Elephant, descubrir donde dieron con la clave aquella película de terror que no me hizo reír o aquella comedia que no me avergonzó, rescatar la escena concreta en la que dejé de esforzarme por entender qué estaba pasando en Mulholland Drive, saber por qué detesto El club de la lucha...

En definitiva son sensaciones, opiniones, sorpresas y desilusiones, vienen y van cuando quieren así que Quemar después de ver tendrá continuidad pero no está garantizada la regularidad ni mucho menos la afinidad con vuestras sensaciones, aunque se pueda dar el caso oiga. Y ya que vamos a desentrañar tanta película, como carta de presentación que sean mejor tres películas muy concretas las que hablen por mí, especialmente con su final sin palabras, respondiendo a la pregunta sobre qué tiene el cine (el arte en general) de especial, que cada uno lo entienda a su manera y si no las ha visto son mis tres primeras recomendaciones: Cinema Paradiso, Rebobine por favor y Ratatouille.

Buen provecho.

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